domingo, 14 de septiembre de 2008

Analfabetos científicos

Leo en Público una entrevista con Ramón Nuñez, a propósito de que comieza a dirigir el Museo Nacional de Ciencia y Tecnología. Textualmente dice "Un país puede vivir con ciudadanos analfabetos artísticos, pero no puede vivir con analfabetos científicos". La frase tan rotunda tiene que ver con la necesidad una cierta formación científica para que la democracia tenga sentido cuando hay tantas decisiones científico tecnológicas que tomar.

Está claro que al "público en general" le atrae mucho más el ocultismo y lo desconocido que lo científico y lo conocido. No hay más que recorrer diales de radio y televisión y ver cuanto Iker Jimenez y compañía hay en todos sitios y que poca ciencia.

Desde una aproximación científica, esto debe obedecer a alguna causa (no vamos a caer en el absurdo autocomplaciente de despreciar a las mayorías). Se me ocurre como hipótesis, que una de las dificultades reales de acceder de forma amateur al conocimiento científico es su carácter acumulativo. Sólo puedo aprender a restar si se sumar, y aprender a dividir si domino la multiplicación, y así hasta el infinito. Con el arte, por ejemplo, la cosa no es así. Este verano encontré la camiseta de la foto (que compré) y me hizo mucha gracia a pesar de no conocer a uno de los 9 pintores que se citan. Difícilmente se podría apreciar algo gracioso sobre Einstein sin saber nada de Newton.

Esa necesidad de construir unos conocimientos sobre otros en un gran edificio es lo que requiere un esfuerzo y una disciplina importantes que no surgen de forma natural en el "público en general". La divulgación va a exigir, por tanto, un esfuerzo por mantener el interés y el rigor a pesar de la "descontextualización" que necesariamente supone limitarse a una porción del edificio. Incluso los experimentos científicos de Flipy en El Hormiguero, que son una excelente ventana diaria a como la ciencia puede ser también entretenimiento, aparecen como escenas aisladas en la mente de un "loco", y contribuyen a una imagen poco realista de los científicos.

Esa mejora en el analfabetismo científico se conseguiría mejor fortaleciendo la base científica en las etapas obligatorias de la formación, y también si se considerase ese conocimiento un valor social, parte de la cultura. Sorprendentemente, el Museo Nacional de Ciencia y Tecnología no lo paga el Ministerio de Cultura, como tantos otros, sino el de Ciencia e Innovación. Mal vamos si ni siquiera a ese nivel entendemos que la ciencia es cultura.

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