domingo, 2 de junio de 2013

Donde está la magia de verdad...

Ayer hice un cursillo de magia con Mag Nani, un tipo simpático, profesional y comprometido, genial. No es que quiera dedicarme profesionalmente al mundo del espectáculo, ni mucho menos, sino que me parece un elemento importante en mi formación como científico (y como escéptico).  Ese valor formativo lo podría concretar en tres aspectos:

La primera cosa que queda clara es que las leyes de la ciencia no se violan en ningún momento, la paloma no desaparece, las cartas no se teletransportan, de la chistera no sale nada que no haya entrado antes. 

La segunda es que los trucos las rutinas están basadas en el engaño, sabias mezclas de habilidad manual y psicología del público que dan lugar a la ilusión: aunque no ocurra, parece que la paloma desaparece, etc. Y lo parece de una forma enormemente vívida.

La tercera es que la ilusión de lo imposible es divertida. Por eso se pueden hacer espectáculos basados en ella, el público asiste y disfruta.

El punto clave en los espectáculos de magia de verdad, de ilusionismo, es el pacto tácito entre el mago y el público. Los unos se dejan engañar, aún con cierto morbo por encontrar el truco, pero sabiendo que es un engaño. Del mismo modo, el otro engaña con habilidad, y aunque nunca desvelará el truco, deja claro que no ocurren de verdad cosas imposibles. Es un pacto honesto. Lamentablemente hay otras personas que utilizan el mismo tipo de técnicas para conseguir otros fines mucho menos honestos. Pretenden que no hay engaño, que de verdad consiguen imposibles científicos y cobran por ello, le sacan dinero a "espectadores" crédulos que aceptan ese nuevo pacto en el que el magufo (porque desde luego  no merece el nombre de mago) pretende poner su capacidad de violentar las leyes científicas al servicio del pardillo. Es un pacto deshonesto, un auténtico timo. Hay múltiples variantes del ilusionismo, de proximidad, de escenario, cartomagia, etc. Del mismo modo hay también múltiples variantes del magufismo, videntes, adivinos, curanderos, raroterapéutas, etc. Haber aprendido algunas de las técnicas ayuda a ver más clara (si cabe) la diferencia. Ser capaz de hacer algún truco puede servir en las discusiones que periódicamente surgen con magufos y pardillos, aunque cuando uno no quiere salir de su postura preconcebida no hay discusión que valga...

Por último, como científico profesional, es muy interesante la idea de que la naturaleza no muestra sus cartas  limpiamente (1), muchas veces actúa como el mago. Lo que parece ser no es lo que realmente ocurre, y la tarea del científico es descubrir lo que realmente ocurre. Debe por tanto no prestar atención a su primera impresión y diseñar formas de interrogar (experimentos) que permitan trascender la ilusión. Esto se lo cuento a los estudiantes de doctorado en más detalle aquí (también con el ejemplo de un gran mago)

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(1) Valga la licencia poética. Soy consciente de que eso de antropomorfizar la naturaleza atribuyéndole actuaciones e intenciones lleva a hilos de razonamiento muy perniciosos. Niños, no caigáis en ellos, la naturaleza ni actúa, ni tiene intenciones, ni existe (senso estricto).

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