sábado, 20 de enero de 2018

10 años

Tal día como hoy hace 10 años era domingo. Por la tarde Beatriz me estuvo enseñando lo fácil que es eso de hacerse un blog, y así como para probar creamos dos, uno con pseudónimo que lleva abandonado desde casi aquel día y este. La de cosas que aprende uno de sus hijos.

Dos frases escritas aquella tarde siguen teniendo plena vigenica, la descripción de la temática: "La universidad, en general y la UPNA en particular, la ciencia, la docencia y otras hierbas" y el objetivo del blog, declarado en la primera entrada:
A veces pienso que tengo pocos lectores o que la temática está poco definida (y por eso hay pocos lectores), pero no puede ser de otra forma ya que nació, y se mantiene, más con un objetivo personal que de cara a una potencial audiencia. Visto así lo sorprendente es que tenga algún lector.

Esta entrada es la número 987 de las publicadas, una barbaridad vista de golpe pero que se hace casi sin esfuerzo, granito a granito, con el tiempo. Los primeros años escribía mucho, de forma muy impulsiva y bastante mal (y sin dar de alta el analytics). Luego llegó tuiter y se fue llevando temas e impulsos y aquí quedaron menos cosas. Creo que he ido mejorando la calidad de los textos, pero eso deberían juzgarlo otros. Y sigo publicando de forma demasiado impulsiva, sin revisar bien los textos, con muchas erratas que me dislexia de zurdo contrariado me dificulta localizar.

Los temas han ido cambiando. Al principio me importaba mucho la política universitaria de mi universidad, hacía poco que había dejado el equipo rectoral y tenía muchos detalles en la cabeza, pero en estos años me han aumentado las dioptrías de la presbicia mental y ni siquiera la fusión de departamentos o las "promociones" de los acreditados a cátedra me han animado a escribir algo.

En los años iniciales todavía leía el periódico de papel a diario (qué cosas) y muchos comentarios me los sugerían esas lecturas, eran cometarios a recortes de prensa. De ahí la etiqueta "recortes", pero la dejé de usar cuando la palabra "recortes" adquirió un significado mucho más siniestro, el recorte del estado del bienestar que no tiene visos de recrecer.

En 2010 se celebró en Pamplona el 5º Congreso de Comunicación Social de la Ciencia. Fue la vida digital, tuiter sobre todo, lo que me permitió conocer de verdad (aka desvirtualizar) a un montón de personas interesantísimas (evitaremos listas, siempre imperfectas). Y hablando con ellos me di cuenta de que yo era ya un "comunicador de la ciencia" aún sin saberlo. Entonces nació la etiqueta del blog "ciencia cotidiana", bajo la que he ido escribiendo piezas de divulgación, algunas también publicadas en medios más especializados y con muchísima mayor repercusión (especialmente Naukas). Este camino de la divulgación científica me ha llevado a ser nombrado en la UPNA para coordinar la actividad, y me ocupa hoy día una buena porción de la jornada laboral, probablemente la mayor parte.

Volviendo al blog, toda la constancia que he tenido en usarlo como libreta en la que apuntar lo que me iba apretando no la he tenido para mantener "proyectos editoriales" estables. Anuncié alguno sobre anumerismo o sobre vídeos que luego tuvieron escaso recorrido. Dan un poco de vergüenza esas entradas en las que dices grandilocuentemente lo que vas a hacer y que luego no ocurre. Estarán por ahí entre las casi mil, pero tampoco es cosa de borrar nada, en eso consiste también la gracia de un blog.

Aunque yo soy uno de mis temas favoritos de conversación (cosa que podría haber dicho Woody Allen pero creo que no ha registrado), es un vicio que hay que moderar mucho a riesgo de no tener con quien conversar, así que vamos acabando esta entrada de cumpledécada. Hay muchas cosas buenas que me han pasado gracias al blog, conocer gentes maravillosas, descubrir y seguir una vocación escondida, mejorar la escritura, tener más ordenadas muchas ideas, transferir esas habilidades a mi profesión docente, etc. etc. Pero si he de elegir una es la de vivir dos veces.

Y es que, como dijo John Dewey, no aprendemos de lo que hacemos, sino de reflexionar sobre ello. El hecho de haber escrito todas estas entradas ha supuesto rememorar y analizar cosas vividas, aprender de ellas, vivirlas otra vez.

Y por supuesto, muchas muchas, muchas gracias a todas las personas que leéis y comentáis.

A por los siguientes 10.

miércoles, 17 de enero de 2018

Lo que se puede medir y lo que no es tan fácil

"El que mide sabe, el que no opina", una frase que decía mucho el gran Javier Fernandez Panadero presentando su penúltimo libro. Hoy me he acordado de esa frase al ver  "El error de intentar medirlo todo", artículo de Daniel Innerarity en El País. Los dos tienen razón, y eso es posible porque se refieren a distintas medidas.

Medir es asignar un valor numérico a una magnitud comparándola con una unidad. Tenemos una longitud desconocida y vemos cuantas veces caba un centímetro en ella para obtener la longitud en centímetros. Eso es muy claro para magnitudes como la longitud, pero no es fácil para magnitudes como la alegría, la felicidad o el dolor. Alas primeras se les llama "magnitudes físicas" y sobre ellas hay construida un montón de ciencia y tecnología. Sistemas de unidades, unidades fundamentales y derivadas, patrones internacionales, etc. etc. Pero, ¿ya las segundas? Las magnitudes sin apellido, o "no físicas", que resultan ser las más importantes para los seres humanos en casi todas las ocasiones... no se pueden medir. No se pueden medir formalmente por definición. Si pudieran pasarían a ser "físicas".

El avance de las ciencias sociales ha requerido cuantificar muchas magnitudes no físicas, y por analogía a ese proceso también se le llama "medir", pero no debemos olvidar que en este contexto el proceso es totalmente distinto al anterior. El paso clave es el de sustituir la magnitud que interesa por una aproximación que sí se pueda cuantificar. El resultado del proceso será tanto más satisfactorio cuanto más próxima sea esa analogía. Por poner un ejemplo cercano, se suele sustituir la magnitud no física "calidad de un investigador" por el proxi "índice h" (elaboración compacta que da idea de la cantidad de publicaciones del investigador y la cantidad de citas recibidas por esas publicaciones).

"El que mide sabe y el que no opina" es una frase perfecta para describir el mundo de las magnitudes físicas. "El error de intentar medirlo todo" se refiere a lo problemático de cuantificar magnitudes no físicas. Esa problemática se puede resumir en dos ideas: (i) los proxis muchas veces son muy burdos para recoger lo que de verdad interesa de la magnitud a determinar y (ii) una vez establecidos los proxis los agentes sociales modifican su comportamiento para satisfacer el proxi y no la magnitud original, algo llamado Ley de Campbell, y que es terrible. En el ejemplo anterior supone la tendencia de los investigadores a publicar y ser citados, independientemente de que hagan buena ciencia (relevante y honesta) o no. Pero hay ejemplos peores, lo mejor es leer a Innerarity, en El Pais o en su blog.


domingo, 14 de enero de 2018

Científicos y políticos

Llevamos ya muchos años con una enorme crisis de confianza en el sistema político en que tenemos. Un sistema que "permite" que entremos en una crisis económica como la que no termina de amainar, que se llena de "puertas giratorias" y todo tipo de cerruptela y corrupciones de los que ocupan el poder. La quiebra del bipartidismo no ha resuelto el tema, los nuevos partidos se han hecho viejos en un santiamén.


¿No habrá por ahí técnicos que sepan hacer mejor las cosas? ¿No se podría hacer la política como se hace la ciencia?

Hay una primera distinción importante (que ya comentaba en este blog hace casi 10 años) qué es política y qué es gestión. Una cosa es decidir qué queremos hacer como sociedad y otra llevar a cabo esa decisión. Sin duda en el nivel de la gestión el conocimiento técnico debe primar, así como la independencia jerárquica del poder político para poder hacer prevalecer ese juicio técnico. Para eso están los funcionarios. Quizá la frontera entre un nivel y otro haya que ajustarla un poco (el reciente ejemplo de la dirección eneral de tráfico ante las nevadas da algunapista), pero no es descabellada.

Pero en el nivel político, en el de decidir que queremos hacer coelctivamente ¿no hay que introducir más ciencia? Sin duda, cuanta más mejor (1).  Hoy día hay un enorme corpus de conocimiento de temas concretos (transgénicos, cambio climático, inutilidad clínica de la homeopatía, etc.) pero yo no tengo claro que haya una traslación directa de ese conocimiento a la toma de decisiones colectiva (la política).

¿Construimos una presa, una línea de tren de alta velocidad, un auditorio o nada de eso? Hay geólogos que calcularán la probabilidad de que haya un terremoto en la zona, la estabilidad del terreno, etc. Hay expertos que darán el trazado óptimo, calcularán el radio y peralte de las vurvas o el número de salidas que ha de tener el auditorio. Hay economistas que harán cálculos de costes de las infraestructuras, y sociólogos que pueden encuestar a la población y conocer la aceptación inicial de esas obras. Pero todo ese conocimiento ¿cómo se convierte en una decisión? Al final decir sí o no es una cuestión que no tiene respuesta científica.

Por supuesto que cuanto más y mejor asesoramiento basado en la evidencia exista, menos decisiones pésimas se tomarán (cuando la presa se va a caer casi seguro, o el auditorio tiene un coste impagable, que de esas hemos visto algunas). Pero me temo que este camino no va a solucionar el desasosiego que nos produce la crisis de representación posrcrisis económica.

Lo de que fueran "los políticos" los gobernantes ni lo considero. Yo quiero que me opere un cirujano basado en la evidencia, pero no un investigador. Y para muestra véase el ejemplo del gobierno de las unoversidades, donde todos los "jefes" son científicos profesionales.

A la vista de la anterior, la iniciativa de "llenar el congreso de científicos" que está rondando estos días, está muy bien. Hay que concienciar a la sociedad del valor del conocimiento científico, pero no parece que sea el camino un cambio social grande y beneficioso.

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(1) por cierto, a la hora de introducir la ciencia en la decisión colectiva, no hay qu eolvidar que se demuetra matemáticamente que la agregación de preferencias individuales siempre es imperfecta, véase el teorema de Arrow

domingo, 7 de enero de 2018

La malignidad de las malas gráficas

Me encuentro con esta gráfica que tuiteó Cifuentes el día de reyes (ver), y se me empieza a hinchar la vena... ¿Es una manía mía o hay razones para enfadarse? Intento responder esta cuestión en lo que sigue, ya pasado el calentón inicial.


En primer lugar la gráfica está mal por motivos técnicos. El principal, discutido hasta la saciedad, es la trampa de no empezar el eje vertical en el cero. Ese truncamiento del eje da una impresión muy equivocada de los datos. Sólo está justificado hacerlo en situaciones muy concretas y siempre avisando muy claramente de que se está haciendo. Más abajo hay una gráfica con los mismos datos con el eje completo y se puede apreciar la diferencia. Además, pra saber cuanto de significativa es esa variación habría que saber el margen de error de los datos. Dado que estos se obtiene de una encuesta, un muestreo, algún márgen de error habrá, y si fuera el caso de que rondara el 5%, (lo que no es tan raro para encuestas), casi toda la diferencia estaría en el márgen de eeror. Pero eso no lo sé seguro y no lo voy a buscar ahora.

Podría uno pensar que la elección de los ejes ha sido desafortunada pero inocente (de hecho el omnipresente MS-Excell pone "por defecto" unos ejes muy parecidos si le pides representar esos datos).



Lo que seguro que no es inocente es no representar los datos que de verdad hay. Si representamos los datos reales, los que se dan con números ( 8,7 y 7,75) en la misma escala, vemos que la altura de las barras es distinta. Lo es en los dos casos en un 10% aproximadamente, solo que en sentidos distintos en cada caso, acentuando el "mensaje" que se pretende dar. Véase gráficamente en la siguiente figura:




Tras este pequeño análisis podemos concluir que la gráfica es muy mentirosa: se trucan los datos y se representan en un formato engañoso de forma que se acentúe la impresión que pretenden los autores mucho más allá de lo que los datos en sí mismos soportan.

Pero volviendo al principio, ¿tan terrible es que nos mientan con gráficas? Ya estamos acostumbrados a que los políticos nos cuenten mentiras y "verdades alternativas" en formato léxico. Tan acostumbrados que de alguna manera ya lo descontamos cuando les escuchamos (por supuesto con el correspondiente sesgo de confirmación que hace que veamos pequeñas las mentiras de "los nuestros" y agigantadas las de "los otros"). Pero si algo puede hacer que la gestión de lo público (la Política con mayúsculas) mejore es precisamente la incorporación de evidencia, de datos, comparativas, análisis cuantitativos. Así que torturar datos para que confiesen lo que quiere el político (aquí con minúscula) es especialmente terrible, es un torpedo en la línea de flotación del avance de la política basada en la evidencia. Es por eso que me resulta tan repulsiva esta práctica.